Así, de pronto, se dio la vuelta la tortilla y el milagro ecuatoriano
comienza a desvanecerse. Los años de las vacas gordas, luego de pasar a
funcionar como vacas locas, se tropiezan con estos años cuando ya se están instalando
las vacas flacas.
Por primera vez Rafael Correa, el súper héroe de esta historia,
toca el tema abiertamente y señala como un gran error el haber dolarizado
nuestro medio circulante. Ocho años ha tenido para cambiar e imponer una propia
moneda, con su propia cara impresa en los nuevos billetes a sabiendas que la
SECON hubiese realizado un bonito trabajo en el diseño. Pero sabía y sabe que
el 99,99% de los ecuatorianos estaban firmemente de acuerdo con que el
dólar siga circulando, y luego de hacer
este señalamiento, afirma que nunca saldrá de la dolarización. Entonces ¿para
que habla? Hablar demasiado es el pecado más frecuente en nuestro Primer
Mandatario.
Nos ha dicho en una de esas tantas comparecencias ante la prensa,
y esta vez desde Latacunga, que no tener moneda propia es como tener armamento
pero sin municiones. Y así fuimos a la guerra con los mismos dueños de la
moneda que diariamente usamos. Ha sido
el propio Presidente quien ha puesto el tema de la dolarización en la palestra y
nos da oportunidad de hablar del tema sin que pueda meternos presos por crear
pánico financiero.
¿Porqué se dolarizó? Por la
necesidad de frenar la avidez política que gasta todo lo que sea necesario para
afianzarse en el poder, y pasar la cuenta al siguiente gobierno para que se
inicie con un desgastador paquetazo. La crisis de 1.999 se dio además por una
crisis bancaria causada por la falta de control por parte del Estado. La Junta
Monetaria estaba tomada por los propios banqueros, y de esa manera se podía
actuar a mansalva. Los bancos dieron préstamos, siempre en dólares y muchas
veces a favor de sus propios accionistas, amigos y allegados. Esa empresas "robustecidas" vía crediticia o creadas al apuro para ello, se dedicaron a ganar
altas tasas de intereses en sucres, y se vivió alegremente con este juego
financiero que no producía sino un compulsivo y alegre jineteo. Mi criterio es que en esas circunstancias,
cuando las tasas de intereses galoparon por encima de la producción real, y las
deudas en dólares eran ya impagable por la devaluación impulsada por la
estupidez pública y los excesos en el estilo de vida de muchos endeudados.
Debió quebrar todo aquel que no pudo honrar sus deudas, muchas de ellas
dolosas. La única manera de ponerle fin a esa espiral inflacionista, fue la de
adoptar el dólar como moneda circulante. El sistema político perdió la fe pública.
Fue muy duro al comienzo entrar con la dolarización, pero con un tipo de cambio
alejado de los caprichos políticos, Ecuador avanzó y bastante. Lo triste es que
muchos se beneficiaron mediante aquella estupidez que se llamó sucretización,
un verdadero crimen de Estado, gracias a la cual todavía hay beneficiados
rascándose la panza, sea aquí o en la Florida.
Total que la gente está a favor de la dolarización y Correa no se atreve
a retirar los dólares como moneda de libre circulación y medio de pago. Quiere
ser reelegido y como es valiente y atrevido, irá a la guerra con armamento
chino, pero sin municiones.
La actual crisis es fiscal causada por un desmedido gasto público
destinado a crear una clase media burocrática y a cautivar al elector con obra
pública. El eje de la popularidad de Rafael Correa se debe a esa enorme forma
de gastar por los cuatro costados, y a la difusión publicitaria de esas obras.
Fue posible por la hiperactividad de Correa, por la bonanza petrolera, y por la
eliminación o aplastamiento de las otras funciones del Estado. Sin oposición
política, con prensa controlada y con ingresos abundantes provenientes del
precio del barril de petróleo, jugó
geopolíticamente aprovechando la
interacción geopolítica con China. Substituyo así al tan odiado Fondo Monetario
que vigila las cuentas de sus deudores.
Las Chinos para dar préstamos no requiere otro requisito que garantías reales
en petróleo, o contratar obras públicas entregadas a empresas chinas. Los convenios se escriben en chino y punto.
El “economista” Correa confunde o se confunde cuando comienza a
hablar de que no hay gasto público en exceso, porque afirma que el gran
porcentaje es inversión. Muy difícil monitorear desde cuando un gasto público
pasa a ser una inversión y también habría que distinguir entre inversiones
buenas como lo es una carretera, o una mala como los helicópteros aquellos, o
en un aeropuerto sin tráfico aéreo.
Una mala o apurada o acelerada inversión puede quebrar al país más
rico del mundo. Hay un límite natural para las finanzas públicas y privadas.
Este límite se llama flujo para mantener a la rueda de la economía rodando. Hay
que tener un presupuesto equilibrado, sea con moneda propia o ajena. Hay que
tener hospitales, pero operativos porque eso es lo difícil. Invertir en cemento
es una cosa y lograr que las cosas funcionen es mucho más lento y difícil. Se
pueden hacer mil colegios del milenio sin profesores o alumnos, se puede
contratar servicios de salud en clínicas privadas, pero atrasar los pago de
facturas porque no alcanza a cubrir el rol de pagos de Senplades o de las FFAA.
Correa se sintió omnipotente. Se dio el lujo de ofrecer pagar las
preferencias arancelarias que se perderán con los Estado Unidos, el enemigo
público número uno. Se dio el lujo de construir una sede de
Unasur o de equipar decenas de edificios públicos u amoblarlos con sillas
importadas pese a aquella cantaleta del cambio de la matriz productiva, pues sillas nacionales las hay desde siempre. Abrió
visados y consulados a diestra y siniestra.
Emprendió carreteras, hospitales, colegios, aeropuertos, y construyó
parques y obras en las ciudades donde el
actor hubiese debido ser cada Municipio. No se puede hacer todo a la vez y eso el elector lo comprende. Él dice que no es gasto lo que hizo, que es inversión contabilizada
como gasto, y que por eso las comparaciones con años anteriores no son válidas
ya que este gobierno ha corregido la clasificación de las cuentas, así como
acaban de hacer a su favor con la eliminación del aporte del Gobierno al Fondo de Jubilación y que antes constaba en el
presupuesto general del Estado. Lo hicieron simplemente para mejorar el aspecto
contable de las cuentas públicas y poco les importó los jubilados de aquí a 10
años, quienes pagaran las consecuencias.
Y ahora, como parte de la receta ante la crisis encarga a la Senplades
que reformule los recortes en el organigrama del Estado, cuando fue hasta ayer
mismo la institución que diseñó un sector público inmenso y lleno de
jefaturas para justificar sueldos
superiores a los que se pagan en el sector privado. ¿Cual será el destino de Yachay y de esa
ciudad diseñada para preparar a técnicos que no tendrán cabida en
el sector privado, divorciado que está del armatoste económico del siglo 21? Senplades
ha incrustado tecnócratas en cada puesto de nivel importante a discípulos suyos. Habría que
aspirar, digo, a reducir ese organismo pernicioso como un cáncer que ha
“planificado” un País de las mil maravilla en PowerPoint
para que luzca más bonito.
Los empresarios o ya
vendieron sus empresas a transnacionales, o al menos ya tienen sus reservas en
dólares ubicados lejos del esquema impositivo. No hay confianza. El anuncio de
los nuevos impuestos a la plusvalía y herencias, ya causó sus estrago
psicológicos. Los emprendedores medianos se han contentado con lograr participar en la ventanilla,
llamada portal de compras públicas, que son expeditivos, sorpresivos y libres de control respecto a que no se sabe si estaban apalancada en
información privilegiada o anticipada. Miles de millones de dólares se han manejado por esta
vía. En fin, ¿ se podría afirmar que Rafael Correa invirtió o gastó en forma compulsiva para acrecentar su figura política? ¿Su YO crece en forma de burbuja?.
¿Se está gastando o invirtiendo en su reelección indefinida? ¿Se ha gastado invertido con prudencia? Cada cual tiene su respuesta, pero lo cierto es que Correa más que un economista es un político y eso nubla sus ojos.