Henry Raad18 agosto 2008
En el uso gramatical puro la palabra
“género “es aquel conjunto que tienen uno o varios caracteres comunes que
permiten diferenciarlo entre otros de su misma especie. Desde el tiempo de Adán
y Eva, mediante las características visibles sexuales, para diferenciarnos nos
bastó más que una hoja de parra. Los vocablos -hombre y mujer, o macho y
hembra- se hicieron extensivos en todo el universo por ley natural para todo el
reino animal.
Hasta que los sociólogos de fines del siglo pasado y en los pocos años del
siglo 21, han activado la palabra “género” para buscar diferenciaciones
intermedias y dar paso a quienes por sus preferencias sexuales, se han
aglutinado o se aglutinaran para buscar la igualdad de derechos de todo tipo de
minorías. Así con el tiempo y los avances de los sociólogos que buscan sus
espacios y correspondientes salarios al amparo de las organizaciones mundiales,
no solo tendremos que adecuarnos a la complicación del lenguaje, sino que
tendremos que interpretar las leyes a partir de una Constitución como la de
Montecristi, que a juicio de quienes la aprobaron levantando sus manos
disciplinadamente para no molestar al jefe y continuar con la chamba.
En el proyecto constitucional que nos llevará a las urnas, se usa catorce
veces la palabra “género” sin definir el alcance de este vocablo. Tuvieron
miedo de usar la palabra “gay” “lesbiana” “travesti” “bisexual” y cualquier
otra que vaya apareciendo, pues incluso la “bestialidad” (acto sexual
practicado con animales) o la “pederastia”, podrían a llegar a ser un género,
de acuerdo lo determinen o no los movimientos sociales internacionales que
quieran igualdad de derechos en educación, salud, etc., etc., sin bastarles
para ello emplear el término sexo, que es claro y visible. La palabra género es
un comodín lingüístico, ya que según las encuestas este mundo gay todavía la
sociedad ecuatoriana no alcanza a digerirlos plenamente, ni lo van a digerir
por que los de Montecristi lo manden. Electoralmente no pega, y por eso
abusaron del término género para poner vaselina en masa.
Tienen razón los prelados cuando se desesperan ante la inminencia de que el
cuerpo social básico, que es la familia, quede lastimado por las situaciones
derivadas. Los militares y los clérigos por su lado tendrán que aceptar a los
homosexuales en sus filas, y no sé si ellos y nosotros estemos preparados para
eso, o se logre que un soldado obedezca a un sargento gay, porque así la
Constitución lo ordene. Por mi parte no me rasgo las vestiduras sino ante la
hipocresía de aquellos que no fueron valientes para plantear las cosas con sus
propias palabras, sino de manera sutil y casi imperceptible para más del 90% de
los ecuatorianos que irán a las urnas con los ojos vendados ante las
implicaciones posibles por la relajación de las costumbres.
El término “género” es de construcción cultural y por tanto subjetivo. Pero
la palabra género en términos legales es un concepto ambiguo, y como tal
jurídicamente inaceptable. Para mi Roxana Queirolo y Paula Romo son del genero
fémino, y si de sub clasificaciones se trata, pues si hay diferencia quedaran
al gusto de cada uno.
Creo finalmente que nuestra próxima Constitución si de géneros se trata es
de género rosa y engañoso, a lo largo y ancho de todo su extenso y rebuscado
lenguaje.
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