martes, 14 de mayo de 2013

REMEMBRANZAS, LAS FIESTAS DE QUITO



REMEMBRANZAS. LAS FIESTAS DE QUITO

Publicado por Henry Raad en domingo, noviembre 27, 2011 
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Recién graduado de bachiller, allá por el lejano año de 1.959, mi espíritu bohemio precario deambulaba por esas frías noches quiteñas, junto a los amigos inolvidables de aquellas épocas. La bohemia sin trago no es bohemia, y la bohemia sin lánguidos pasillos tampoco lo era. Benítez y Valencia endulzaban la embriaguez post adolescente, aquella que te hace sentir dueño del mundo y amo de la tristeza como prueba irrefutable del amor fallido. Los sándwich de Don Soto eran de consumo obligatorio para un bohemio que se apreciaba de serlo. Era el Quito de antaño. En la Avenida Amazonas, a continuación del Colegio Santo Domingo, había un heladería menos rústica que otras, donde trataban muy bien la mora y el taxo, dos frutos exóticos que combinan. Ya era tradicional pasar por ahí los domingos al salir de la Iglesia de Santa Teresita, donde el padre Alberto Luna Tobar daba sus sermones de las once de la mañana, fustigando los pecadillos de la sociedad curuchupa que en ese entonces caracterizaba a la Capital. Por allí, y felizmente a pie todos y todas, podías coquetear, suspirar o mendigar una mirada. Pocos autos transitaban, entre ellos el Cadillac descapotable de la Margarita Ponce, hija del Camilo, presidente de la República. La solía acompañar Cecilia, la hija del vicepresidente, y otras muy selectas compañeras. Era una pincelada de colores verlas pasar con aire democrático, de ese que ahora tanta falta nos hace. ¡Como quisiera que Correa se traslade en un descapotable y sin ochocientos escoltas! 

Ese era el ambiente que reinaba cuando el diario vespertino “Las Últimas Noticias” impulsó la idea dar una serenata a la ciudad por motivo de su fundación. Se trataba de resucitar aquello de los albazos quiteños, que los daban las bandas militares, e impulsar a la vez la música nacional. Cada barrio se organizó a su manera y la idea fue tímidamente prendiendo conforme cada quien aportaba de acuerdo al humor de sus vecinos y de sus ocurrencias por cierto. 

Para el año siguiente ya se había inaugurado la plaza Monumental de Toros, y en cartelera se anunciaba a Manolo Cadena Torres, quiteño, y Paco Camino, Diego Puertas y como rejoneador Bernardino Landete. Eso nos dio "viada" a los quiteños para sentirnos importantes mundialmente, con lo cual la serenata del 5 de diciembre tomó aires de grandeza. Julio Moreno se iniciaba como alcalde y dio más impulsos todavía para que el vespertino Últimas Noticias, acompañado de su hermano mayor, diario El Comercio, desparramen entusiasmo. Otro personaje clave resultó Paco Salvador, empresario que soltó al mercado un trago barato bautizado PAICO, que era como lo llamaban sus amigos. Decidió auspiciar las Fiestas de Quito y logró gran éxito con sus ventas. Vaya aguardiente para bravo, al que culpo de mi única borrachera total y absoluta. Total que la fiesta nació como una conjunción de música, trago, toros y un grito mancomunado de !Viva Quito!. Salía la gente a la calle con su botella de aguardiente y todos se abrazaban con todos y se ofendían sino alguien rechazaba beber a pico de la botella ajena. La embriaguez estuvo garantizada desde siempre. Felizmente el grado de alcohol desinfectaba las salivas entremezcladas irremediablemente en medio de abrazos fraternos. 

Guillermo García Navarro, hermano de don Thomas García Jaén, padre de Manolo mi amigo de siempre, puso un bonito restaurante español en la Avenida Colon, que se llamó "El mesón Andaluz" donde terminaban los toreros y los encopetados quiteños ya vestidos adefesiosamente. Y así se incorporó eso del uso del lenguaje taurino, el acento enrarecido ya que de pronto desaparecían las eses arrastradas para paso a un entonar madrileño o sevillano. Así la jornada taurina se fue extendiendo en horario hasta tomarse el día completo, y con el tiempo se comenzó a celebrar las fiestas de Quito la víspera de la víspera y así sucesivamente no se cuantas vísperas más que ya pocos saben cuando empiezan o terminan. Solo las corridas quedaban de referente y están a punto de ser abolidas. 

Aquella noche del 5 de diciembre de 1.961, difícil de olvidar, decidimos tomar prestado el lujoso piano de cola de doña América Briz de Valdivieso, severa ella que era con su hijo Paco y con nosotros sus inquietos amigotes. Vivían en una enorme villa ubicada sobre una ligera colina que daba a la avenida Seis de Diciembre. Sacar ese enorme instrumento musical resultó fácil gracias al entusiasmo que generaba la idea y lo logramos trepar en un camión alquilado para ir a dar serenatas a nuestras reales o supuestos amores. Patricio León era el pianista que tocaba todo lo que a viva voz se le pedía y esa noche le pedimos cien canciones distintas. También nuestro pianista era un singular humorista lleno de sal quiteña. La devolución del piano si fue un verdadero desastre, pues estábamos borrachos y ya tino ni silencio tuvimos en ese ya amanecer del seis de Diciembre de 1.961. Entre esfuerzos desordenados estábamos a no pocos centímetros de apoyar el pesado instrumento sobre el suelo en su descenso del tosco camión utilizado. Preocupado Paco, el dueño del piano y en hálito de responsabilidad y preocupación exclamó; ”un poco más” que era lo que faltaba para asegurar un firme punto de apoyo. Patricio, ocurrido que era, soltó la porción de piano que le correspondía y poniendo su manos arriba del tecleado, entonó el bolero de “Un poco más” que estaba tan en boga. La risa desactivó las fuerzas de todos y el piano sufrió terribles consecuencias, la mejor de las cuales son ahora estos recuerdos. 

Han pasado los años y uno se evapora con ellos. Nunca me gustó el espectáculo toros, pero ahora que veo como se ha manipulado esto de las corridas de sangre en una Consulta Popular adefesiosa y observo la manera como el alcalde de Quito ha remendado con gran hipocresía el resultado de la misma, me asaltan los recuerdos inocentes de una ciudad que ya no es la misma como tampoco lo somos nosotros, mucho más puros e inocentes que éramos respecto a los actuales revolucionarios que piensan que deben cambiarlo todo para complacer sus vanidades y su falta de grandeza. 

Etiquetas: Añoranzas, Humor, VIDA

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2 comentarios: 

Anónimo dijo... 


Mi Estimado Henry, me ha encantado su relato de mi hermosa ciudad, tengo gratos recuerdos entre los aÑos 83-88, mi Padre nos solía llevar a la misa de las 11am de Santa Teresita, y aunque suene increíble, después de la misma nos compraba helados de leche, taxo o mora. Esa costumbre la he mantenido con mis hijos, invitàndolos al helado después de la misa del Domingo, ahora ya no son de fruta, ja ja, ahora son de sabores mezclados con galletas o de dulces. Gratos recuerdos, gracias por recordármelos. Patricia Romero. 



Querido Tío, me encantó su relato. El pasado se hace presente en las palabras de nuestros recuerdos contadas con tanta pasión. Su reseña me hizo recordar cosas...no soy fanático de los toros, pero tuve la suerte de conocer a Manolo Cadena Torres en mis años Universitarios, es el tío de nuestro querido José Bernardo quien ya en esa época era mi gran hermano. Oir a Manolo contar cómo le quiso dar a su ciudad la fiesta de los toros me emocionó mucho...recuerdo su traje de luces en su casa (la hermosa casa que era de sus padres) dónde él aún vivía, justo frente a la Iglesia de St. Teresita. Recuerdo lo que costó armar esa corrida y prender las fiestas de la ciudad y cómo el fue a buscar en el sótano de una Iglesia aquella estatua de Jesús del Gran Poder con la que bautizó a la fiesta. Sus recuerdos coinciden con los que él nos narró a Bernardo y a mí una noche. Sin duda Quito ya no es la misma, no es ya aquella ciudad en la que la abuela de Bernardo reunía a las señoritas capitalinas para desfilar en carrozas antes de las corridas, ni la ciudad que vio nacer sus fiestas...todo ha cambiado. Esperemos que lo que no cambie sea la posibilidad de que existan soñadores que hagan cosas sin miedo por sus ciudades...mucha falta nos hace aquello. Un abrazo! 

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