miércoles, 8 de mayo de 2013

EL VÉRTIGO DEL PODER


13 mayo 2008


Tal es el vértigo del Presidente Correa, que realmente está reinventando una república a su entero antojo y a su propia medida. Va a reventar al sistema democrático haciendo implosionar hacia su ego el mejor cuarto de hora de su vida. En su frenética carrera, sin respiro, reposo ni descanso impone los temas de discusión y sus criterios en cascadas y torrentes, sin que realmente la opinión pública pueda consolidarse ni discutir a fondo nada. Todo es a su manera. Una maquinaria publicitaria militante copa todos los espacios posibles y se entromete con cadenas en todos los noticieros. Rafael Correa está atrapado en su propio ego, y no parará hasta que el destino no lo pare. El poder es autodestructivo por su propia naturaleza y suele hacer perder la noción de los límites y de los peligros que conlleva. El poder es una droga o una esquizofrenia que en este caso está afectando al sentido común necesario para lograr la concreción de una nueva y atinada Constitución armónica. Pienso que Correa es la Constitución misma, y que la Asamblea un simple juego de malabarismo y arte de magia o de ilusión óptica. Ningún tema se ha centrado dentro de un análisis abierto, y los consensos emanan fragmentados por una orden dada a cada mesa de trabajo donde los discípulos se han puesto a multiplicar los panes.

En la mesa tres ahora se discute sobre la vicepresidencia y sobre la disolución del Congreso para reforzar un presidencialismo a largo plazo. Si somos prácticos y cosechamos las recientes experiencias todo nos hace concluir que debe subsistir la vicepresidencia, pues nadie es inmortal en esta vida, peor si se pasa más tiempo del debido trepado en un avión, presidencial por nuevo que sea, peor en manos militares que es donde mayor índice de accidentes se registran históricamente. La vicepresidencia debe existir básicamente para el caso de que el Presidente quede impedido “físicamente” para tener el control de sus acciones. Si se trata de un impedimento inexorable como lo es la muerte o la pérdida definitiva de sus facultades cognoscitivas, el vicepresidente debe llenar de inmediato el vacío de poder que se produce. Así queda previsto un orden de cosas y la línea de autoridad queda vigente ipso facto. Se evita ese vacío de poder con sus consecuentes peligros, tramas, y oportunismos. A mi entender esa es la función del vicepresidente, y lo más prudente, es dejar en claro esto legislando que esa suplencia es por un plazo no mayor a los tantos meses necesarios hasta que realicen nuevas elecciones para nominar al nuevo presidente. Si optamos por este mecanismo evitamos que los candidatos a presidentes busquen a figuras débiles políticamente que le completen la fórmula por miedo a tener un traidor dentro de casa, y evitamos también que sea el Parlamento quien se adueñe del cargo, tal como pasó con Fabián Alarcón. De aplicarse esta medida, no hubiesen llegado tampoco al cargo tan incompleto como llegaron Gustavo Noboa, o Alfredo Palacios, personajes sin el apoyo político propio que los sustente para manejar las situaciones. Pero estas fáciles conclusiones propias de la inmediata experiencia, no se las analiza desde ese punto de vista, sino que simplemente se intenta destruir el cargo de la vicepresidencia, para acentuar la era correísta. ¿Cuándo han visto ustedes que un emperador tenga un suplente designado? 


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