Emilio Palacios, quizás el penúltimo de
los mohicanos en esta batalla por la embestida de Rafael Correa contra los
vestigios de la libertad de prensa que queda en Ecuador, nos hace un llamado,
vía electrónica, para meditar sobre si vale la pena seguir debatiendo sobre el
tema Guayaquil, Bolívar y su historia.
Tiene razón en parte, pero realmente es cuestión de nuestras libertades
escudriñar sobre la real importancia que tiene Bolívar para muchos de los
guayaquileños que intentamos poner en orden nuestros íconos de identidad,
impuestos desde Quito y sus elites políticas o culturales, y ahora desde
Caracas desde donde se intenta usurpar la grandeza de Bolívar en beneficio
personal de Chávez.
Para mí siempre quedará la duda de que hubiese sido mejor para esta región,
la del Guayas de 1.830. Bolívar llegó como conquistador y por puesta de mano le
ganó la mano a San Martín, y otro hubiese sido la historia. O Guayaquil se
anexaba al Perú, o a Colombia, como sucedió hasta que unos generales de segunda
impidieron los sueños de la Gran Colombia y fundaron a este país cuya dicotomía
quedó marcada y atrapada entre dos visiones de la vida representadas en un país
pequeño por costeños y serranos ubicados en dos ciudades distintas y
contrapuestas.
Hubo otra opción, la de ser un país independiente, si acaso Olmedo en vez
de poeta y hombre de letras hubiese tenido un carácter más aguerrido y
determinado. Es difícil pedirle a un bardo tal cosa. Escogimos la peor opción,
ya que los venezolanos, con Flores impregnaron ese militarismo que tanto daño
nos ha hecho durante la vida republicana. Yo hubiese querido que esta región se
asemeje a Costa Rica, fundada con una identidad sin dicotomías históricas y
libres de castas armadas y banderas copiadas de sus conquistadores. Pero lo
pasado pisado. La historia finalmente siempre será un punto de encuentro y
discrepancias.
Yo he vivido entrometido en la prensa libre que ahora se defiende, y he
vivido y sufrido los vetos, vicios, y defectos impregnados por sus propietarios
quienes realmente y por lo general no son periodistas de vocación sino
empresarios apalancados en el poder que información representa.
Bastante de razón tiene Correa desde ese punto de vista. Vivimos hace mucho
rato un Ecuador con ese vicio estructurado, pero siempre hubo, hay y habrá
periodistas de corazón y alma que son irremplazables. Podrán cerrar todos los
medios de comunicación que quieran, pero el gobierno nunca podrá cerrar esas
voluntades de quienes si tienen el alma y vena periodística. En esa línea
periodística está Emilio Palacio, pero él deberá entender que quienes piden
debatir sobre la historia y sobre ese mito que para Guayaquil es Bolívar,
tienen el derecho de hacerlo.
Que no se cierre el debate en El Universo en esta situación histórica, y
que todas las puertas se abran incluso para quienes defienden a Correa. De eso
se trata la libertad de prensa. No es Emilio Palacios, ni nadie quien puede
poner semáforos sobre este u otro tema, quizás influenciado por los reales
peligros que corren sobre su persona, profesión y oficio.
Me sumo a sus esfuerzos, pero para mí no es nuevo sentir como desde los
mismos medios de comunicación se ejercen presiones o imponen silencios
utilizando ese principio de la libertad de prensa que ahora defienden. ¿Qué
diferencia hay entre un Alfredo Vera, calificando entrevistados en los medios
de comunicación, y los dueños de los Canales o Medios que así lo han venido
haciendo para con muchos de nosotros?
Me sumo a la lucha por las libertades de expresión de las cuales yo he
disfrutado y me han acarreado más de un problema. Defendamos todos los
espacios, y despreciemos todo tipo de veto. La sociedad solita se encarga de
encontrar su justo medio. Nadie es dueño de la verdad absoluta.
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